2. MEDIODÍA EN LOS JARDINES DE MURILLO.
(Emitido en Protagonistas Sevilla, Punto Radio -93.0 FM- el Sábado 18 de Febrero de 2006)
Buenas tardes, vuelve El Camiante. Vengo desde los confines de Sevilla pisando tu realidad cotidiana, sintiendo tu latido. Bajo desde la calle San José dejando el barrio Santa Cruz a mis espaldas.
Recalo en los jardines de Murillo. Primera precisión: me refiero al paseo Catalina de Rivera.
Fin de semana, mediodía de Sábado. veo niños en toboganes, trenes de madera y un suelo cubierto por un paraíso de chinos grises que curiosamente sirven para amortiguar caídas fortuitas de infantes. Miles de tenderitos se afanan por elevar un curioso artilugio de medidas con el que llenar su mercancía de suculentos chinos y arrojarlos por una cañería color crema. Vuelta arepetir la operación: llenado y vaciado , y decenas de niños en fila esperando su turno, el mágico momento en que puedan rellenar su cubito de chinos. Curiosamente -¡qué desfachatez!- el artilugio no funciona con pilas. También hay madres charlando y perros sueltos sobre el cercano césped olisqueando todo resto vegetal, y una evocación perpetua de noche de martes santo de blanco y plata.
Avanzamos hacia el monumento central: dos columnas presididas por un león que ensartan una carabela con el nombre de sus católicas majestades. Hay gran animación, césped y jardines bien cuidados, y un espacio recuperado.
Dejamos los jardines dirigiendo nuestros mocasines hacia la cercana avenida. Frente a la verticalida de esbeltísimas palmeras, la tristeza de redescubrir que un reciente espacio abierto durante infinidad de generaciones, hoy está acotado por otras verticales verja verdes. El Caminante se pregunta por qúe. Se sienta en un banco de la Avenida Menéndez Pelayo, y volviendo la vista a sus espaldas descubre un árbol desnudo de invierno con una ofrenda de flores de plástico rodeando su tronco, y un travesaño de lo que fue una cruz con una inscripción que dice: MÁRTIR ASESINADO POR LA PAZ.
Por favor, señores: cordura y diversión sana. Que no sigamos enclaustrando espacios que siempre estuvieron abiertos para el disfrute de todos, que no sintamos todos vergüenza ajena porque una minoría de insensatos destroce nuestra ciudad, o saque una navaja con fatales consecuencias.
Si eres otro caminante como yo, que no se te olvide: leer es muy importante, aunque sólo sea por recordarnos cosas molestas como la absurda muerte de un chaval o el horario de apertura y cierre de un nuevo espacio enrejado.
(Emitido en Protagonistas Sevilla, Punto Radio -93.0 FM- el Sábado 18 de Febrero de 2006)
Buenas tardes, vuelve El Camiante. Vengo desde los confines de Sevilla pisando tu realidad cotidiana, sintiendo tu latido. Bajo desde la calle San José dejando el barrio Santa Cruz a mis espaldas.
Recalo en los jardines de Murillo. Primera precisión: me refiero al paseo Catalina de Rivera.
Fin de semana, mediodía de Sábado. veo niños en toboganes, trenes de madera y un suelo cubierto por un paraíso de chinos grises que curiosamente sirven para amortiguar caídas fortuitas de infantes. Miles de tenderitos se afanan por elevar un curioso artilugio de medidas con el que llenar su mercancía de suculentos chinos y arrojarlos por una cañería color crema. Vuelta arepetir la operación: llenado y vaciado , y decenas de niños en fila esperando su turno, el mágico momento en que puedan rellenar su cubito de chinos. Curiosamente -¡qué desfachatez!- el artilugio no funciona con pilas. También hay madres charlando y perros sueltos sobre el cercano césped olisqueando todo resto vegetal, y una evocación perpetua de noche de martes santo de blanco y plata.
Avanzamos hacia el monumento central: dos columnas presididas por un león que ensartan una carabela con el nombre de sus católicas majestades. Hay gran animación, césped y jardines bien cuidados, y un espacio recuperado.
Dejamos los jardines dirigiendo nuestros mocasines hacia la cercana avenida. Frente a la verticalida de esbeltísimas palmeras, la tristeza de redescubrir que un reciente espacio abierto durante infinidad de generaciones, hoy está acotado por otras verticales verja verdes. El Caminante se pregunta por qúe. Se sienta en un banco de la Avenida Menéndez Pelayo, y volviendo la vista a sus espaldas descubre un árbol desnudo de invierno con una ofrenda de flores de plástico rodeando su tronco, y un travesaño de lo que fue una cruz con una inscripción que dice: MÁRTIR ASESINADO POR LA PAZ.
Por favor, señores: cordura y diversión sana. Que no sigamos enclaustrando espacios que siempre estuvieron abiertos para el disfrute de todos, que no sintamos todos vergüenza ajena porque una minoría de insensatos destroce nuestra ciudad, o saque una navaja con fatales consecuencias.
Si eres otro caminante como yo, que no se te olvide: leer es muy importante, aunque sólo sea por recordarnos cosas molestas como la absurda muerte de un chaval o el horario de apertura y cierre de un nuevo espacio enrejado.