Monday, July 10, 2006


10. LAS FERIAS DE SEVILLA

(EMITIDO EN PROTAGONISTA SEVILLA -PUNTO RADIO; 93,0 FM - EL SÁBADO 29 DE ABRIL DE 2006)


Buen día a todos, feriantes o no; buena tardes, días, madrugada, según a qué hora se acostasen anoche y se hayan levantado hoy. En estas jornadas de feria, el tiempo es una confusa realidad. Con la misma elasticidad, me permito desearles que pasen ustedes unas felices ferias, y digo bien. Hace muchos años, cuando el boom madrileño del baile por sevillanas, unas señoras estupendas que afirmaban ir vestidas de faralaes, me pararon en el centro para preguntarme:

-Oiga, joven, ¿nos puede decir cómo podemos ir a las ferias?

Inmediatamente fueron interumpidas por un espontáneo, que las instruyó sobre el uso incorrecto del vocablo en plural.

-¡Señoras, en Sevilla hay una sola feria!

Pues no, con la lejanía en el tiempo, y ya peinando canas, comprendo que estaban en lo cierto: son las ferias de Sevilla. Si alguien me preguntara si me gusta la feria, no sabría qué responderle, probablemente le diría que depende y según qué feria, porque hay casi tantas como casetas cuenta el Real.

Enumeremos pués: está la feria de la infancia, circunscrita a los cacharritos de la calle del Infierno, la de aquel que no piensa pisarla y te lo encuentras todos los días, la del amigo que se pasa todo el año invitándote a su caseta, y cuando lo llamas siempre tiene el móvil apagado o fuera de cobertura, la del turista en pantalón corto y cámara, la de la botellona en la portada, la del buen ambiente en pequeña caseta, la de los chavales que se lo montan en la calle, la de la caseta gratis total de algún empresario, la feria del clasismo vergonzante, la del que no puede ir por lo cara que es.

Otro tipo: la feria de las grandes casetas de ciertos clubes, aquellas que ocupan media manzana de una calle y siempre están vacías, como si fuese de mal gusto dejarse ver por el lugar. Propongo sin tapujos una expropiación de las mismas. No se debe consentir que algunas familias lleven esperando entre doce o quince años para obtener una caseta de un módulo y ocurran estas cosas, ese inmoral y ostentoso vacío con camareros de gala aburridos entre hileras de mesas decoradas sin nadie en un inmenso casetón desierto.

Luego está la feria hípica: caballistas, amazonas, bellas figuras de porte elegante; bonitos carruajes, y coches de alquiler. Me pregunto qué tendrán esos centímetros de altura del que va montado en un coche de caballos alquilado que produce en ciertos personajillos tal erótica de poder que ríanse ustedes de las Koprowitz. Aunque el que vaya dentro sea un pelagatos se pavoneará y mirará a los paseantes del Real como si fuese la duquesa de Tententieso.

¿Y cuál es la feria del Caminante? Pues con el perdón de las feministas, la de bailar como un trompo con tanta mujer guapa como hay por estas tierras. ¡Viva el que inventó el traje de flamenca!, ¡y ole tu porte, niña, lo bien que lo rellenas!