Monday, July 10, 2006


11. NACIONES UNIDAS DE DOCTOR FEDRIANI

(EMITIDO EN PROTAGONISTAS SEVILLA -PUNTO RADIO; 93,0 FM- EL SÁBADO 6 DE MAYO DE 2006)

Buenas tardes. Comenzamos nuestro camino buscando una rareza en la avenida Sánchez Pizjuan. La lira del Puente del Alamillos se perfila lejana y majestuosa entre manzanas de pisos. Por fin llego a mi destino. No puedo contener mi emoción: aún sigue en pie. Se trata de una modesta casa con tejas reconstruidas, antaño venta, y hoy almacén. Una enorme placa de 1928 nos recuerda que fue erigida para perpetuar la memoria de Don Gustavo Adolfo Bécquer. Estoy en La Venta del Gato, perdido entre leyendas de nuestro insigne poeta. Seguimos nuestro paseo remontando la calle hasta divisar el cercano Hospital Universitario para torcer en la Avenida Doctor Fedriani. Activamos nuestros sentidos.
Dos ecuatorianos dirigidos por un nativo de la zona transportan una pesada luna al interior de un local. A sus órdenes la sueltan en el suelo. El capataz sale al exterior para alabar groseramente la belleza de una mujer que pasea ajena a todo con unos auriculares sobre sus oídos. Los ecuatorianos sonríen tímidamente sin seguir los esabruptos de su jefe.
En la acera opuesta, tres varones africanos de gran altura paran su coche junto al locutorio Khadim Rassoul. Uno de ellos sale del vehículo para leer un cartel en inglés. Aún está cerrado. Una joven caribeña charla por teléfono en una cabina con cristales rotos:
-¿Oye, cómo tú dices que se llama esa vieja que necesita que la cuiden, ah?
Seis varones magrebíes juegan con sus móviles mientras esperan su turno para hablar en otro locutorio. Dejo la arteria principal, giro a la derecha para perderme entre refrescantes calles bautizadas con nombres de playas. Bajo unas escaleras para desembocar en una plaza interior rectangular. Exóticos negocios y curiosas religiones comparten espacio con tiendas tradicionales: Afroamerican Cosmetics, Droguería El Cerezo, Comunidad Internacional Nueva Vida, centro Cristiano Evangélico, el Súper.
Preside el lugar un parque infantil cerrado rodeado por bancos. Como un pequeño mapa-mundi, cuatro grupos étnicos comparten espacio, y ninguno se relaciona con los otros. Sólo los niños juegan entre ellos sin importarles su color de piel o acento. Intento sentarme en el banco menos poblado: mi presencia crea desconfianza y rechazo entre dos mujeres magrebíes con chilabas que llaman en árabe a sus hijos.
Reflexiono, y creo que debe existir un doble esfuerzo de integración: el nuestro para aceptar a los inmigrantes, y el suyo, porque sin deseos de integrarse esto no es posible, y así ya tenemos el gueto servido.