Wednesday, July 05, 2006


3.UN MURO EN BAMI Francisco Antonio González

(emitido en Punto Radio en Protagonistas Sevilla el sábado 25 de Febrero de 2005)


Buenos días y saludos del Caminante. Como buen samaritano, esta mañana visitamos al amigo enfermo. Llegamos al Virgen del Rocío, y no hay mejor sitio para reponerse: un hospital orgullo de cualquier sevillano, todo un ejemplo de efiacia, y triste que lo valoremos cuando lo elogia la prensa extranjera. Nada de autobombo: ni primero, ni segunda modernización, ni falta que hace: trabajo bien hecho y dedicación absoluta, desde el celador hasta la cirujana jefe.

Nos despedimos de nuestro amigo dejándolo en buenas manos y deseándole una corta estancia. El Caminante está cansado tras la larga remontada hacia el sur de nuestra ciudad. Llegamos a Bami buscando una merienda reparadora. Entramos en un bar fortaleza atestado de humo de café y cigarros, y lleno de operarios uniformados: monos de Teléfónica, batas blancas, zuecos y fonendoscopios que debieron quedar colgados sin salir del hospital, gorras más o menos lustrosas de auxiliares de aparcamiento y personal variopinto. Café con leche, media tostá con aceite y gérmenes por todos lados.

Tras reponer fuerzas decido pasear por este hermoso barrio residencial. Descubro la calle Castillo Baños de la Encina; pequeños bloques de pisos con bajos ajardinados y música clásica,

algún infante impertinente asoma sus ojillos tras las verjas negras bien cerradas. Una preciosa tarde, nadie en la calle, nadie en los bajos, nadie, nada, sensación de mimentos previos a un duelo en el Oeste. Se trata de algo parecido: estamos en la frontera. Al otro lado no hay casas, sólo un muro con viejos grafitis, detrás las vías del tren, del otro lado, otro muro, y a continuación, el Polígono Sur, humilde y sevillano barrio, aunque nos moleste. Son las dos Sevillas, la frontera, y un tren que jamás pensón soterrarse por estas latitudes para evitar el contacto. Del otro lado, bloques más altos, ropa tendida, piedra más degradada,algunas ventanas tapiadas, cante por bulerías, gente honrada harta de otros vecinos que le destrozan el barrio. De este, una clase media que se tapa los ojos y cierra sus casas. Y la misma proporción de gente honrada que se lamenta de la molesta presencia de los gorrillas de allende el muro, o del destrozo que le causan sus propios residentes con la movida.


El muro de Berlín, el de Hebrón, fronteras para cerrar el paso. Y Sevilla tiene uno en forma de tren desde el apeadero Virgen de Rocío hasta los confines de la ciudad. Y aún con todo, los peores son nuestros propios muros interiores.

No comments: